24/10/08

Manos generosas para los aborígenes


LA VOZ DEL INTERIOR En Formosa
Ivanna Martin / Enviada especial

Aunque escasean, existen algunas acciones solidarias para aliviar el sufrimiento por la pobreza que azota a los casi 1.700 aborígenes wichis y pilagás que habitan en Las Lomitas. Además de la monja que cura la lepra (cuya obra se reflejó ayer en estas páginas), desde hace 25 años los más necesitados reciben la ayuda de la hermana Lila Avendaño. Acaba de cumplir 72 años y, aunque es laica consagrada, todos la llaman "hermana" debido a que fue religiosa en la orden de la Inmaculada Concepción hasta la década del '70, cuando abandonó los hábitos. Durante 11 años debió permanecer junto a su madre para cuidarla de una delicada enfermedad. Tras su muerte, decidió hacer algo "por los más débiles" e invitada por su hermano viajó a Las Lomitas. Allí conoció a unos sacerdotes que le ofrecieron quedarse para trabajar por los más pobres. "Observé que nadie trabajaba por ellos y decidí hacer algo de manera inmediata. En primer lugar hice un censo y, en ese momento, había sólo 1.470 aborígenes entre ambas etnias", explica Lila. Con el tiempo, la humilde casa de la mujer se convirtió en un centro solidario al cual todos los días llegan muchas personas carecientes en busca de un plato de comida o algún remedio.

Todo el día
Aunque muchos no alcanzan a entender cómo hace, lo cierto es que Lila siempre está presente en las comunidades para dar respuesta a cada uno de los reclamos desesperados que recibe. Desde las primeras horas de la madrugada, a bordo de una camioneta blanca (que le donó una concesionaria para apoyar su obra de bien), la mujer recorre las aldeas wichis y pilagás llevando asistencia material y espiritual hasta que la sorprende la noche.
"Antes les daba todo sin pedirles nada a cambio, pero entendí que era un error porque corría el riesgo de transformarlos en 'eternos mendigos'", apunta Lila. Por tal motivo, comenzó a insistir entre los indígenas para que elaboraran artesanías en forma permanente, a cambio de la ayuda que ella les brindaba. "Luego empecé a ofrecer los productos en las tiendas y algunas ferias", explica la mujer. Si se tropieza con dificultades, simplemente recorre casa por casa ofreciendo los ponchos, alfombras, canastos y adornos elaborados en fibras vegetales o lana.

Enseñanza
En 1977 Lila fundó una escuela a la cual bautizó con el nombre de Nuestra Señora de la Paz, el único centro educativo bilingûe (español-wichi y español-pilagá) para aborígenes y criollos de Las Lomitas. Al principio, la escuela funcionaba en un humilde quincho, en el cual también aprendían corte y confección las madres de los chicos. Rápidamente el proyecto resultó exitoso y un subsidio del gobierno provincial posibilitó la construcción de un edificio para el colegio. Actualmente, en una de las salas de la escuela Lila deposita los alimentos, ropa y medicamentos que luego reparte en las comunidades. Además, la hermana también realiza primeros auxilios, estudió enfermería supo integrar la Cruz Roja.
"Lo que más me asusta de Lomitas es la lepra y la tuberculosis, muchos indígenas mueren de eso. La pobreza es terrible, se vuelve insoportable", finaliza Lila e interrumpe el diálogo de pronto. Un nuevo pedido de auxilio acaba de llegar. Otro niño murió y su familia necesita palabras de aliento. Una vez más, Lila corre a su encuentro para mitigar el dolor de las almas heridas. Es el llamado cotidiano de la miseria que cada vez golpea con más fuerza en el monte formoseño.
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"Cuido que no los entierren vivos"
En las comunidades aborígenes de Las Lomitas, Lila es una de las pocas personas "blancas" que tienen el privilegio de ser aceptadas ya que, según explicó, no es sencillo ingresar en las aldeas. "Todo lleva su tiempo, hay que tener mucha paciencia. Los indígenas poseen una cosmovisión propia, costumbres y tradiciones que se deben respetar", indicó. El trabajo que realizó durante los últimos 25 años la ubica ahora dentro de las visitas "más esperadas" por niños y adultos aborígenes.
Además de la asistencia material y espiritual que brinda a todos, Lila también es la encargada de realizar los trámites de documentación que necesitan. Cuando alguien muere, procura conseguir lo indispensable para la sepultura. "Yo misma consigo el cajón. Los indígenas no velan a sus muertos, directamente los entierran", indicó.Expresó la preocupación que le causa el hecho de que, "en muchas ocasiones, los indígenas entierran gente viva". Explicó que gran parte de los wichis y pilagás no saben diferenciar cuándo una persona está muerta o enferma, pero con vida."Muchas veces me llaman para que consiga un cajón y cuando llego al lugar compruebo que su corazón todavía late", dijo la hermana, quien ya fue testigo de esta situación en varias ocasiones. "Por eso, siempre cuido que no los entierren vivos", finalizó.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Ella vivirà siempre en nuestros corazones y en el de las comunidades a quienes dedico gran parte de su vida....

hasta Siempre Hermana Lila .-

16 de septiembre de 2009

Anónimo dijo...

Ojala que su ejemplo se multiplique y haya muchas Lilas Avendaño por nuestro querido país

G4þRI€L dijo...

no sabia que habia muerto... curiosamente, la ocnoci por una cancion de Raul Porchetto y su vida y su historia me conmovio.
Un dolor muy grande para los que quedan de este lado, pero un descanso muy merecido para ella

Anónimo dijo...

He tenido la oportunidad de conocer y rebir el cariño de Lila, el Señor ahora la tiene en sus venditas manos.