7/8/14

Sin alas, se puede volar


Por Ivanna Martin
TW: @IvannaMartinTV

Se llama Ada. Y sí, tiene nombre de cuento mágico. En su perfil de Facebook dice que se graduó en Artes en Harvard University y que trabaja en Walt Disney World. Pero no es una actriz madura ni con cientos de escenarios encima. Tiene apenas 12 años y es la protagonista de "Creo en los cuentos", el musical infantil escrito por Rodrigo  Machado y puesto en escena nuevamente en Córdoba este año por Lisandro Ferrer. Una pequeña que vive en un mundo de fantasía, hecho a su medida, en el escenario y en su propia vida, según la descripción que ella misma hace en su cuenta de la red social. Sobre las tablas, admiré su firmeza y la increíble capacidad que tiene, desde su corta edad, para hacerse cargo -ella solita- de ir recorriendo la trama de una historia en la que la acompañan muchos personajes también creados por Machado para contar un cuento sobre el amor por los cuentos. Ada, en la piel de la niña que ingresa en un mundo de ensueños para descubrir de qué se trata la lectura, enfrenta al público con la calma propia de quien lleva años pisando escenarios. Tranquila, cómoda, disfrutando... Ada me hizo pensar en mi infancia. Pisé un escenario por primera vez cuando tenía cuatro años. Mi personaje era una nube. Una vez que se sube a un escenario, todo el resto se modifica para siempre, cuando hay pasión y verdadera vocación. En "Creo en los cuentos" me conmovió ver a una niña tan bien plantada, interpretando un libreto con solvencia y cantando sin que le tiemble la voz. Ada me llevó a ver más allá del personaje que representaba. En su seguridad, en su frescura y en su templanza pensé, entonces, no sólo en mi infancia sino también en la de los chicos de hoy, que eligen vivir por afuera de los cuentos, de las canciones, de la música que llena el alma, de los juegos a los que jugamos nosotros cuando éramos niños... y, en contraposición, Adita. Elegir es optar. Y es responsabilidad nuestra, de los adultos, mostrar las alternativas que existen para que todo esté al alcance del poder del corazón de los más pequeños. Ada es un ejemplo de la opción ahí cerquita, porque hay que querer -deliberadamente- estudiar artes, aprender un libreto, memorizar e interpretar canciones y dedicarle tiempo a ensayos y más ensayos; no por imposición sino por elección. Los chicos tienen derecho a conocer el abanico de posibilidades, que no se agota en lo tecnológico, que va infinitamente más allá, y que le precede. La lectura despierta la imaginación, los cuentos abren las alas e inauguran los sueños. Ada ya vuela por sí misma. Y para graduarse en Harvard y trabajar en Walt Disney no necesita alas.