Por Ivanna Martin
Twitter: @IvannaMartinTV
Que sólo importa ser primeros no es una responsabilidad que debamos achacarle a Messi. Realmente muy lindas y acertadas las palabras de la maestra en su carta abierta pero creo que ese punto, específicamente, no es tarea de Lionel.
Es tan exacta la docente cuando
define "esa enferma necesidad de tocar siempre de oído (que tenemos los
argentinos) de ponernos en jueces insensatos que sentencian con desprecio y
arrogancia el desempeño del otro, poniendo con valor sólo las victorias y desmereciendo
los errores como fracasos". Ni más ni menos.
Precisamente a partir de allí me
atrevo a reflexionar que no es Messi el responsable de enseñarle eso a nuestros
niños -que ser los primeros no es lo más importante- sino los adultos padres o
madres que les vivimos exigiendo que no fracasen ni fallen en nada, que
insultamos cuando algún deportista erra un gol o defenestramos a Messi o a
Higuaín delante de nuestros hijos cuando estamos a segundos de perder el primer
puesto en una final.
Les enseñamos que sólo importa
ser primeros hasta cuando jugamos a las bolitas.
Muy pocos adultos asumen ser
segundos con honra y dignidad... como si ser segundos, terceros o cuartos fuese
una tragedia.
Les enseñamos que ser los
primeros es lo que importa cuando los maltratamos o los castigamos porque en
lugar de un excelente traen un bueno o un muy bueno en el boletín.
Les enseñamos que ser los
primeros es lo que importa cuando abrimos una profunda grieta entre argentinos
-antes o ahora- porque somos incapaces de ver más allá y contribuir por un país
mejor al margen de los colores políticos.
También les enseñamos que lo más
importante es ser primeros cuando les gritamos y arengamos en un partido de
fútbol de un torneo infantil del colegio o del club del barrio exigiéndoles que
no fallen como si ellos mismos, nuestros niños, fueran Messi o Ronaldo. Muchos
padres maltratan a sus hijos delante de sus compañeros y familiares porque
erraron un gol en un partido o porque terminaron de jugar y se comieron una
hamburguesa como si se tratase de jugadores de élite.
Esta sociedad enseña que ser los
primeros es lo que importa cuando discrimina a los que están fuera de los
estereotipos estéticos pretendidos; cuando aísla a las personas con capacidades
diferentes; cuando los que dicen "ni una menos" luego ponderan a
quienes tienen físicos perfectos en detrimento del resto; cuando enfrenta a
gritos o a golpes a un niño porque no alcanzó algún objetivo escolar o
deportivo individual; cuando pelea con un docente o le da un cachetazo porque
le puso una mala nota o le llamó la atención en clase a un niño; cuando discute
o hace bullyng a otro para mostrarse menos débil; cuando un padre separado o
una madre separada practica un discurso competitivo y descalifica permanentemente
a su ex pareja para fortalecerse ante la mirada de sus hijos; cuando en la cola
del peaje la intolerancia termina en caos y un vidrio roto a trompadas; y hasta
cuando por ganar tiempo esta sociedad eterniza conductas egoístas como no dar
el asiento o ceder un lugar en la cola del súper a una embarazada o a un
anciano.
Que ser los primeros es lo que
más importa se enseña a diario, en cada actitud por más pequeña que sea. Los
niños siempre, absolutamente siempre, nos están mirando. Y al primero que miran
no es a Messi sino a los adultos que lo rodean, a quienes comparten con ellos
sus despertares y sus juegos.
El niño mira a Messi porque a
Messi lo mira el adulto. Ese adulto es quien primero lo elogia, lo consagra
héroe, lo pone de ejemplo y se emociona con sus logros para luego un día, en
sólo un instante, crucificarlo, insultarlo y condenarlo porque erró un gol.
Estamos plagados de contradicciones y de allí es que entonces la responsabilidad de enseñar que ser los primeros no es lo que más importa en este país no es algo que debamos endilgarle a Messi. No podemos pedirle a un jugador de fútbol que no se rinda porque los héroes también se rinden porque son seres humanos con debilidades como las de todos y a eso también hay que enseñarlo. De otra manera, también caemos en una enorme contradicción.
Exigirles a nuestros pequeños que sean infalibles no es enseñarles a asumir los fracasos como parte de la vida y es tarea nuestra guiarlos en una formación que les permita afrontar las adversidades con entereza. Pedirles que no se rindan jamás también es enseñarles que ser los primeros es lo que más importa. Deberíamos propiciar que sean felices, no importantes. Hay que construir desde el amor. Y el amor auténtico es incondicional, no distingue clases sociales ni límites geográficos y tampoco sabe de primeros puestos, segundos o terceros.
Estamos plagados de contradicciones y de allí es que entonces la responsabilidad de enseñar que ser los primeros no es lo que más importa en este país no es algo que debamos endilgarle a Messi. No podemos pedirle a un jugador de fútbol que no se rinda porque los héroes también se rinden porque son seres humanos con debilidades como las de todos y a eso también hay que enseñarlo. De otra manera, también caemos en una enorme contradicción.
Exigirles a nuestros pequeños que sean infalibles no es enseñarles a asumir los fracasos como parte de la vida y es tarea nuestra guiarlos en una formación que les permita afrontar las adversidades con entereza. Pedirles que no se rindan jamás también es enseñarles que ser los primeros es lo que más importa. Deberíamos propiciar que sean felices, no importantes. Hay que construir desde el amor. Y el amor auténtico es incondicional, no distingue clases sociales ni límites geográficos y tampoco sabe de primeros puestos, segundos o terceros.